REPASO DEL AÑO


"Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas" Salmo 77:11

Durante la última semana de diciembre, los locutores suelen hacer un repaso de los sucesos importantes del año que termina: éxitos y fracasos de personas destacadas, desastres naturales, desafíos económicos y muertes de líderes y celebridades. Por lo general, los acontecimientos más sorprendentes son los más publicitados.
Si hicieras un repaso de este año en tu vida, ¿qué aparecería en la lista?
¿Algún hecho inesperado te hizo cuestionar a Dios o te llevó a experimentar más intensamente Su bondad? El Salmo 77 registra el lamento de una persona angustiada que creía que a Dios ya no le interesaba nada (vv. 7-9).
« ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa?» (v. 8). No obstante, aun en su desesperación, el salmista dijo: «Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas» (v. 11).
Eso le trajo como resultado una confianza y esperanza renovadas: «Tú eres el Dios que hace maravillas; hiciste notorio en los pueblos tu poder» (v. 14).
Mientras piensas en el año que pasó, ¿por qué no escribes los acontecimientos importantes que experimentaste? No tengas temor de incluir tus dificultades y decepciones, sino acuérdate de considerar todas las formas en que Dios estuvo contigo. En medio de todas las complicaciones, siempre encontraremos que Dios es fiel.
Las dificultades de la vida nos dan la oportunidad de experimentar la fidelidad de Dios.

CONOCIDO POR LAS CICATRICES



Apocalipsis 5:1-6 NVI
Uno de los misterios de la resurrección es que nadie reconoció a Jesús luego de Su resurrección de los muertos. María pensó que era el jardinero (Juan 20-15). Los discípulos en el camino a EMaús caminaron y hablaron con Jesús por horas, pero no lo conocieron (Lucas 24:13). Juan 21:12 dice que cuando los discípulos se reunieron alrededor de Jesús en la segunda pesca milagrosa, “Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle  ¿Quien eres tu?, Sabiendo que era el señor.”

Sabían que era Jesús, y sin embargo algo era diferente en cuanto a su apariencia. Pero una cosa es clara. Sus cicatrices (Juan 20:20).
A Jesús se le reconoce por su condición de herido. Siempre ha sido y siempre será así.

Zacarías registra lo que algunas llaman una aparición “pre-encarnada” de Jesús: “y alguien dirá: “¿Qué son esas heridas en tu cuerpo?” Y él responderá: “Son aquellas con que fui herido en casa de mis amigos”. (Zacarías 13:6).
Juan hace referencia al cordero que fue sacrificado desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Cuando esta de pie en medio de la multitud y uno de los ancianos grita, “Mira, el León...” Juan, esperando ver un león, levanta la vista, solo para encontrar un cordero. ¿Y como sabe quien es el cordero? Por sus heridas. (Apoc. 5:1-6).

Entonces, no es de sorprenderse que Dios permitirá que las cicatrices permanecieran en el cuerpo resucitado de Jesús, el cual era perfecto excepto por dichas marcas. Lo reconocerían por ellas.

Estas cicatrices, y no sus ojos, ni alguna peca sobre la mejilla, se habían convertido en su marca de identificación. A Jesús se le reconocía por las cicatrices que habían quedado de las heridas que había sufrido en la cruz, y aquellas brutales cicatrices eran parte de su Gloria.
También te quedaran cicatrices al tomar tu cruz y seguir a Jesús. Tal vez se suponga que a los seguidores de Jesús también se les reconozca por sus cicatrices.
"A Jesús se le identifica por Sus cicatrices."
Reflexiona:
1. ¿Qué promesa les hizo Jesús a sus “ovejas” en cuanto a la capacidad de estas para reconocer su voz?
2. ¿Cómo les respondió a los cristianos que dicen que se supone que los creyentes no sufren?

CAMINE, PERO NO CONTAMINE



La gran Ciudad de San Salvador, como todas las grandes capitales del mundo, ha padecido del problema de niebla tóxica o smog. Una nube pesada, espesa, tóxica, formada de humo, gases de la carburación de los autos, emanaciones de alcantarillas se ha cernido continuamente sobre la ciudad como si fuera el abrazo letal de la muerte química.
Hace varios años, una fábrica de zapatos, aprovechando la circunstancia, invitó a la gente a usar menos su auto y más sus piernas con el fin de evitar el uso excesivo de motores. La frase publicitaria que empleó fue: «Camine, pero no contamine.» 
Lo cierto es que el sentido de esta frase podríamos también aplicarlo a otras muchas actividades de la gente que si bien no producen neblina y smog, sí producen la contaminación del alma y del espíritu, lo cual resulta peor. Por ejemplo, ¿qué tal si les decimos a los filósofos materialistas y ateos que con sus ideas disgregantes contaminan la mente de la juventud en los colegios: «Filosofe, pero no contamine»? 
¿Qué si le decimos al amante apasionado, que cree tener derecho a ser más conquistador que Don Juan, «Ame sanamente, pero no contamine»? ¿Qué si le decimos al escritor de novelas obscenas, cuya literatura es un fuego que quema la inocencia de jóvenes y señoritas, «Escriba, pero no contamine»? 
¿Qué si le decimos al fanático religioso que cree que su religión es la única verdadera, y se muestra intolerante e intransigente con las ideas de los demás: «Adore, según su conciencia le dicte que debe adorar, pero no contamine la fe sencilla de los demás cristianos»? ¿Qué si le decimos a la vecina muy conversadora que se mete con todos los prójimos: «Converse, si le gusta, pero no contamine las relaciones humanas con sus chismes y maledicencias»? 
El ser humano contamina todo lo que toca. El pecado es algo que contagia hasta con la mirada. Pero en Cristo, y por Cristo, con su sangre preciosa y con la ayuda de su Espíritu Santo, podemos vivir completamente limpios de toda contaminación de la naturaleza humana y del espíritu, y ser limpios y justos y sanos para irradiar sólo justicia.